_ BIO
Nicolás reside en Mendoza, inicia su labor docente como instructor de Ajedrez en el año 1996. A lo largo de los años, desarrolla labores de dirigente de la disciplina e imparte clases en distintas esferas y niveles de enseñanza; escuelas, Clubes, Centros Culturales, Plazas y Paseos, etc.
A partir de su experiencia como docente, comienza a investigar sobre otros juegos de estrategia; especialmente los denominados Juegos Abstractos. Ha patentado algunos juegos, entre los que se destacan “Rosca” (Un juego de política y economía) y “Mente Futbolera” (juego de fútbol, de estrategia mental) y tiene una Ludoteca itinerante.
En el año 2006, se recibe de Profesor Universitario de Teatro, (Univ. Nac. De Cuyo). Ejerce la docencia teatral desde el año 1998 a la fecha. Ha escrito algunas Obras teatrales breves y tiene varias adaptaciones, y se ha destacado en la Dirección de Obras de Teatro multisensorial. (Aptas para personas no videntes)
Desde el año 2018, compite oficialmente en certámenes nacionales e internacionales de Go, el principal juego de tablero del mundo Oriental, y el más complejo del continente. Es instructor de esta disciplina, reconocido oficialmente por la Asociación Argentina de Go.
Actualmente, sigue ejerciendo la docencia en el ámbito teatral, en las provincias de Mendoza y San Luis y realiza distintas labores como ludotecario.
Residencia eco-poética:
pequeñas pinceladas de una experiencia plena,
llena de magia y crecimiento.
Es difícil escribir una reseña de ese breve pero contundente trayecto eco-poético, organizado por Neda. Decido entonces dejar de lado la crónica y cambiarla por pinceladas, en humilde homenaje a mis colegas de ese tren, casi todas artistas visuales.
La primera actividad, luego de las presentaciones y saludos de rigor, fue la visita a la reserva Vulpiani. Tan cercana y a la vez tan lejos; como ocurre con esas cosas que uno las transita pero sin detenerse. Nos guió Héctor, un geólogo apasionado, lleno de saberes. Nos contó del nacimiento de las capas geológicas, del mar que alguna vez fue y de la paciencia del viento entre las piedras, moldeando relieves a su antojo como un dios eterno e implacable.
En el camino, nos contó también una historia de resistencia, donde cambian los lugares pero se repite el mecanismo. Sí, el mismo de ayer y antes de ayer. Y el de hace 500 años. La pretendida apropiación de lo natural para convertirla en cemento y metal; esa ambición que no distingue fronteras ni razas.
Ya en el lugar, observamos y respiramos la flora casi virgen, la cascada silvestre, donde tuve que esforzarme para poder disfrutarla sin ver la mugre que la asechaba. Después vinieron momentos de silencio y otros de garabatear con ojos tapados; me divertí al saberme un poco humillado: bastante desastroso soy ya, intentando trazos con los párpados subidos.
Al día siguiente, nos esperaba el plato fuerte que nos había preparado Neda. Sí, Neda. Mujer de gestos refinados, que cuidó los detalles en forma quirúrgica y realizó intervenciones precisas, respetando tiempos, fluyendo siempre positivamente en el intercambio con el resto del grupo.
Decía, el plato fuerte: las Sierras de las Quijadas. Nunca había ido: era algo pendiente, como nos pasa con tantas cosas en la vida. Escribo esto y pienso en los preceptos de la época…”sueña, vive, ríe, viaja…” una especie de mandato de la alegría cuyo límite entre estímulo y presión es siempre difícil de sopesar; finito como el canto de los bichos que reptan buscando su ración de agua. En fin. Llegamos. El paisaje es imponente y quiero abrazarlo, mirando aquí y allá como un fantasma en una hamaca vacía. Podría ser un mero amasijo de rocas y matices desordenados, pero Tackiel nos ayuda a resignificarlos. Nos transporta con su bombo, nos enseña a escuchar y a sentir la tierra. La suya, la nuestra. El con su sangre Huarpe, yo con la sangre de los verdugos. Lo veo danzar a lo lejos; recortado, nítido, y su danza es una resistencia silente que interpela.
En algún momento de la travesía -casi al final- nos sentamos. Creamos entre todes una especie de totem con ramas, como homenajeando el viento. Me tocó después una actividad lúdico-poética con Agustina, y fue muy lindo compartir la percepción del entorno, como si nos prestáramos los ojos un rato cada uno.
El último día, de nuevo en casa de la anfitriona, era el momento de volcar, de crear, de plasmar sobre algún soporte lo aprendido y percibido. Lo mío son los juegos. Juegos de estrategia, de ingenio. Juegos grupales. Juegos para compartir y divertirse. Durante los días previos, más allá de mi natural inclinación al humor y a la ironía, intenté estar lo más receptivo posible, lo que incluía por ejemplo no tratar de hilvanar idea alguna. Simplemente porque era momento de empaparme y de absorber.
En el momento de la creación lúdica, armé un prototipo muy feo, desprolijo en sus formas, pero que me pareció interesante como punto de partida de una nueva forma lúdica, que homenajee los pájaros y la flora de las Quijadas.
En resumen; una experiencia intensa, profunda, bella por donde se la mire. Con un grupo de compañeres fantásticos, llenos de magia, de buena onda y de talento. Y mi agradecimiento renovado a Neda, capaz de generar el clima necesario para que todo lo descripto suceda, provocando que supere con creces mis expectativas, que de por sí eran muchas.
Por Nicolás Marengo