_ BIO
Laura reside en Villa Mercedes, San Luis. Es educadora y artista con experiencia en proyectos desarrollados desde una concepción del arte como herramienta de transformación personal y socio-comunitaria. Desarrolla hace varios años el ejercicio contínuo de actividades de arte independiente de forma individual y colectiva en espacios formales y no formales promoviendo la creatividad, la inclusión y la participación activa, dentro de la provincia de San Luis, y el país. En esta trayectoria ha formado parte de distintas colectivas como “La Revoltoza: arte social”, “Calidoscopio: educación popular”, “Guarangas: colectiva de arte feminista”, y actualmente forma parte de “Comunidad Aguaribay” donde el arte se convierte en un instrumento de resistencia y sostén intentando construir una realidad más justa y equitativa.
En su práctica artística personal trabaja desde distintos lenguajes explorando técnicas mixtas, principalmente desde el arte textil y el bordado como lenguajes íntimos desde una necesidad de percibir y transformar su entorno. Cada obra nace desde un lugar interior, donde lo espiritual y lo cotidiano se entrelazan. Su trabajo reflexiona sobre lo vivido, lo heredado y lo silenciado, construyendo narrativas visuales que, aunque personales, invitan a pensar en lo colectivo, entendiendo que “lo personal también es político”.
Todo está en constante movimiento, y en ese fluir continuo se vuelve urgente repensarnos, reconectarnos, volver al centro , como lo hace la jarilla, que se repliega para sobrevivir, transmutando desde lo más íntimo.
En este proceso de residencia, la observación atenta, la escucha profunda y el sentir con el entorno natural se convirtieron en prácticas esenciales para habitar el presente. Un estar siendo, abierto, poroso, receptivo. Así se vuelve posible imaginar otros horizontes, más allá de la mirada capitalista que explota, fragmenta y destruye lo viviente.
En este devenir me detuve en las texturas del paisaje natural y las huellas que deja el tiempo en la materia. Cada textura se presenta como un fragmento de sentido, como huella sensible. Trabajo con esas marcas sostenidas por una trama que funcionan como una metáfora viva: como el micelio bajo la tierra, estamos todos unidos. Invisiblemente conectados, sostenidos unos por otros.
Frente a los dispositivos de subjetivación que nos fragmentan y nos alienan del mundo natural, la práctica eco-poética se vuelve acto político: imaginar formas de habitar donde la vida, en su pluralidad, sea nuevamente el centro.
Por Laura Elgueta